Lex Fiscus

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jueves, 14 de marzo de 2013

De modernidad y revolución.

El Presidente de la República, prudente, mesurado y modesto, expresiones de auténtica grandeza, se quedó corto cuando dijo, a 100 días de ejercer el poder, que no vino a administrar el país, sino a transformarlo. En realidad lo está revolucionando en el sentido más pleno, profundo y positivo. Enrique Peña Nieto es, politológicamente definido, un revolucionario pacifista. Revolución significa renovación, transformación, cambio, mudanza, restauración; el concepto, vinculado a las grandes alteraciones estructurales de las sociedades, siempre ha sido sinónimo de conspiración, revuelta, violencia, caos y muerte. Hoy para México es inteligencia, talento, oportunidad, visión de Estado, determinación, audacia. Estas cualidades están en el Ejecutivo porque ha alterado contenidos esenciales de la Constitución. Si un pueblo evoluciona ora de nada a algo (se independiza), ora de algo a más (mejorar su institucionalidad) es mutando ese documento vital, punto de partida y puerto de llegada que contiene su naturaleza y espíritu, sus anhelos e ideales. Ahí están los hechos como demostración fehaciente de que Enrique Peña Nieto es un genuino revolucionario, puesto que solo en unos días ha puesto parte de la base de la innovación institucional-estatal que, una vez concluida con las reformas pendientes, dará una perspectiva del alcance que tendrá. Y sin duda será histórica: e histórico quiere decir único. No fue autor directo de la reforma laboral, pero se le puede acreditar en parte porque, cohesionando a los congresistas, la hizo posible. En el gobierno impulsó el mejoramiento de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal. Siguió la reforma educativa. Se está procesando la de telecomunicaciones y luego vendrán la fiscal y la energética. Nadie en la historia de este país había hecho tanto en tan poco tiempo; ninguno de sus antecesores quiso, pudo o supo hacerlo. Enrique Peña Nieto está cristalizando su proyecto de nación con base en la política y el derecho, que se nutren del diálogo, la concertación y el acuerdo. Y si, como lo dijo en la Asamblea del PRI, "no hay intereses intocables. (…) protegeré el interés nacional", bienvenida la revolución de Enrique Peña Nieto por el ambiente de orden, racionalidad, paz, tersura y concordia en el que la está realizando.

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