Lex Fiscus

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martes, 13 de agosto de 2013

La consecuencia positiva para México y los países “cerrados al mundo” durante decenios, que debieron abrir su economía e integrarse a la globalidad como salida a la debacle de su modelo de desarrollo cerrado a piedra y lodo, fue la posibilidad de discutir abiertamente muchos temas que antes eran sagrados e intocables.

La consecuencia positiva para México y los países “cerrados al mundo” durante decenios, que debieron abrir su economía e integrarse a la globalidad como salida a la debacle de su modelo de desarrollo cerrado a piedra y lodo, fue la posibilidad de discutir abiertamente muchos temas que antes eran sagrados e intocables. Hizo posible también, el acceso a otras fuentes de información en las cuales, nuestros problemas son tocados sin restricción alguna y planteadas, como corolario, soluciones específicas a problemas concretos. También, fruto no menor, es más fácil ahora enterarnos de experiencias exitosas en otros países donde, frente a problemas y causas similares, los resolvieron total o parcialmente. Hoy —ante el concierto de monólogos que ha generado la presentación de la iniciativa de reforma energética del Ejecutivo—, es posible entender lo benéfico que ha resultado —como resultado de la apertura económica e incorporación plena a la globalidad—, tener acceso a otras opiniones y experiencias. Por ello, sin traicionar la esencia de la frase del demócrata Thomas “Tip” O’Neill que afirmó que “Toda política es local” (“All politics is local”), diría que “Todo barril de petróleo es global”. (Le dejo de tarea investigar el nombre del autor de “Today, every barrel of oil is global”). Esta última frase, debería ser tomada muy en cuenta por los promotores de los dos proyectos de reforma conocidos; uno, el de Acción Nacional, es “más global” que el del Ejecutivo al tomar en cuenta las condiciones que la globalidad ha generado en el mercado energético mundial y también, por supuesto, a las reglas que rigen el mercado de los avances científicos y tecnológicos que las empresas privadas han logrado convertir en aplicaciones comerciales, después de años de investigación y cuantiosas inversiones. El Ejecutivo, en una concesión que me parece peligrosa —a quienes sólo saben decir no, y a los que han hecho del usufructo de su apellido el mejor de los negocios—, ha recurrido al peor de los elementos que podría haber imaginado. Se ha escudado, con la pretensión de que aquéllos apoyen su proyecto de reforma (cuánta ingenuidad se anida en los que uno supone capaces de encabezar la marcha al futuro), en uno de los lastres ideológicos y políticos más dañinos del siglo XX: El cardenismo, y la posición de su creador en materia petrolera. Hoy, cuando “Todo barril de petróleo es global”, a lo último que debimos haber recurrido es precisamente al cardenismo. Los oportunistas, que sólo buscan mantener el statu quo para seguir disfrutando de privilegios sin fin, tienen a su favor y lo usan de manera óptima, ese instrumento de control ideológico y político que Cárdenas (el verdadero, no el junior que usa el apellido para llevar una vida holgada y cómoda junto con los suyos) vislumbró, y dio forma durante sus años en la Presidencia. Hoy, la industria petrolera en particular y el mercado de la energía en general, exigen tener una visión que parta de la realidad actual para, de ahí, sin “ataduras ideológicas” como las llamó el mismo Peña Nieto en su libro, sentar las bases de un mejor aprovechamiento de nuestros recursos; no sólo del petróleo, sino del más importante: el talento. Ya verá usted el circo en el que convertirán ambas cámaras cuando en el Pleno se pretenda debatir el dictamen de la reforma —si las comisiones llegaren a aprobar uno— que hoy, es sólo proyecto. Comento Angel Verdugo

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